La relación de todo esto se entenderá, espero, al final.
México tiene uno de los héroes patrios más surrealistas que se me puedan ocurrir.
Los hechos ocurrieron en los tiempos de la Independencia de estas tierras de la metrópoli española.. Mientras Hidalgo y otros andaban independizando ciudades más o menos importantes, a Tepeaca, una localidad perdida en la inmensidad de la sierra poblana, llegaron las noticias y los nobles del más bien pequeño poblado, las autoridades españolas incluidas (que difícilmente tenían comunicación con Puebla, no hablemos ya con el virreinato de la ciudad de México), decidieron que la idea les gustaba, así que se independizaron, firmaron un documento y lo enviaron a la capital para avizarles.
En la ciudad de México, sobra decir, no habían escuchado hablar de Tepeaca ni tangencialmente, pero la idea de que una comunidad se independizara de la corona de Castilla así de buenas a primeras y sin pedir permiso, pues no les acabó de gustar mucho. Así que mandaron un batallón completo del ejército colonial a meterlos de nuevo en orden.
(Supongo que aquí se empieza a notar la relación de la historia con la tira de hoy. Esperen, que la cosa se pone aún más ad hoc)
Ajeno a todo esto, tenemos a Don Juán, un comerciante criollo (hijo de españoles nacido en territorio americano) bastante venido a menos que se dedicaba a mover mercancías entre Tepeaca y Puebla, muy preocupado porque los últimos envíos de la capital provincial no habían llegado al poblado (probablemente, habían acabado en manos de alguna de las múltiples bandas de asaltantes de caminos que azolaban las rutas de aquel entonces), así que tomó su caballo y se dirigió a la ciudad a ver qué pasaba.
No habían pasado ni cuatro horas desde que saliera del pueblo (el camino con buen caballo entre la comunidad y la capital provincial era de unas 12 horas), cuando en una bifurcación del camino se topó con el batallón que iba a reprender a los independentistas de Tepeaca, que lo vieron venir tan campante y lo detuvieron para preguntarle cómo llegar a Tepeaca (porque el pueblo estaba tan perdido en la sierra poblana, que no había mapa que supiera indicar bien a bien su ubicación).
Don Juan ni sabía de la guerra por independizarse de España (si le hubieran preguntado, probablemente no habría estado de acuerdo porque creía estar emparentado -MUY remotamente- con los Borbones), ni que los nobles de su pueblo ya se habían independizado (así de venido a menos estaba el pobre Don Juan), pero la idea de un batallón del ejército entrando a polvora y fuego a la plaza central de Tepeaca no le acabó de gustar demasiado (en el pueblo había un sereno que hacía las veces de gendarme y por arma sólo tenía un machete que le habían regalado los indígenas del lugar), así que tomó la decisión más valiente de su vida y por la cual pasaría a los anales de la historia (bueno, a un píe de página por lo menos).
Les indicó cómo llegar al pueblo, mandándolos en la dirección contraria por un camino que pronto se convertía en vereda para acabar, finalmente, desapareciendo en algún punto de la sierra Poblana.
(ahora díganme que la tita no parecería inspirada en esta anécdota)
No hay registro de qué haya pasado con el batallón, probablemente anduvieron perdidos algunos días hasta que, decepcionados por no probar sangre, se regresaron a la capital poblana y a la ciudad de México finalmente, para seguir peleando contra los independentistas.
Don Juan , por su parte, una vez que perdió de vista a los soldados, se dio la media vuelta y regresó velozmente a Tepeaca a contarle a los notables lo que acaba de pasar… Al día de hoy, en la plaza central del pueblo, aún puede verse una estatuta de Don Juán (erigida en el centenario de la Independencia), vestido con uniforme del Ejército Trigarante (armada bajo el mando de Agustín de Iturbide que consumó la Independencia y al que, probablemente, Don Juan nunca perteneció*) y dedicada «Al Libertador de Tepeaca».
Si les preguntas a las autoridades y pobladores de Tepeaca, casi nadie sabría decir cuáles fueron las acciones de tan heroico personaje, aunque todos conocen su nombre, yo me enteré de su historia por una visita al poblado en donde me encontré con la estatua mencionada y, ante mi desconocimiento de la figura, preguntando descubrí que todo el pueblo lo admiraba, pero nadie parecía conocer su historia (o, si la conocían, les daba un poco de vergüenza contarla -lo cual me resulta inexplicable-).
Intrigado, cuando tuve oportunidad, investigué un poco sobre éste y sólo descubrí su nombre en un píe de página en los anales de Puebla, resgistrándolo únicamente como «Libertador de Tepepaca en los sucesos del cruce tal», sin dar más detalles… Don Juan se volvió una especie de Hobby para mi y en ratos libres, durante los siguientes meses, me dediqué a buscar cualquier otra información sobre él, pero siempre eran notas marginales en libros de historia local de Puebla y siempre era, únicamente, el «libetador de Tepeaca en los sucesos del cruce tal», hasta que, finalmente, di con una tesis de la Licenciatura en Historia de la Benemérita Universidad de Puebla, elaborada por un joven originario de Tepeaca, quien se dio a la tarea de buscar al libertador de su pueblo en los archivos coloniales de Puebla de los Ángeles y pudo reconstruir la historia que he contado.
Todo ello viene a cuento para darnos cuenta que, al igual que en la tira, en determinados contextos, incluso dar mal una dirección es una acto que puede cambiar la historia.
*Es difícil saberlo, después del registro de estos hechos en los archivos del poblado, no hay ningún documento que diga qué fue de Don Juan, por no saber, no sabemos ni cuándo, cómo y dónde murió.
La relación de todo esto se entenderá, espero, al final.
México tiene uno de los héroes patrios más surrealistas que se me puedan ocurrir.
Los hechos ocurrieron en los tiempos de la Independencia de estas tierras de la metrópoli española.. Mientras Hidalgo y otros andaban independizando ciudades más o menos importantes, a Tepeaca, una localidad perdida en la inmensidad de la sierra poblana, llegaron las noticias y los nobles del más bien pequeño poblado, las autoridades españolas incluidas (que difícilmente tenían comunicación con Puebla, no hablemos ya con el virreinato de la ciudad de México), decidieron que la idea les gustaba, así que se independizaron, firmaron un documento y lo enviaron a la capital para avizarles.
En la ciudad de México, sobra decir, no habían escuchado hablar de Tepeaca ni tangencialmente, pero la idea de que una comunidad se independizara de la corona de Castilla así de buenas a primeras y sin pedir permiso, pues no les acabó de gustar mucho. Así que mandaron un batallón completo del ejército colonial a meterlos de nuevo en orden.
(Supongo que aquí se empieza a notar la relación de la historia con la tira de hoy. Esperen, que la cosa se pone aún más ad hoc)
Ajeno a todo esto, tenemos a Don Juán, un comerciante criollo (hijo de españoles nacido en territorio americano) bastante venido a menos que se dedicaba a mover mercancías entre Tepeaca y Puebla, muy preocupado porque los últimos envíos de la capital provincial no habían llegado al poblado (probablemente, habían acabado en manos de alguna de las múltiples bandas de asaltantes de caminos que azolaban las rutas de aquel entonces), así que tomó su caballo y se dirigió a la ciudad a ver qué pasaba.
No habían pasado ni cuatro horas desde que saliera del pueblo (el camino con buen caballo entre la comunidad y la capital provincial era de unas 12 horas), cuando en una bifurcación del camino se topó con el batallón que iba a reprender a los independentistas de Tepeaca, que lo vieron venir tan campante y lo detuvieron para preguntarle cómo llegar a Tepeaca (porque el pueblo estaba tan perdido en la sierra poblana, que no había mapa que supiera indicar bien a bien su ubicación).
Don Juan ni sabía de la guerra por independizarse de España (si le hubieran preguntado, probablemente no habría estado de acuerdo porque creía estar emparentado -MUY remotamente- con los Borbones), ni que los nobles de su pueblo ya se habían independizado (así de venido a menos estaba el pobre Don Juan), pero la idea de un batallón del ejército entrando a polvora y fuego a la plaza central de Tepeaca no le acabó de gustar demasiado (en el pueblo había un sereno que hacía las veces de gendarme y por arma sólo tenía un machete que le habían regalado los indígenas del lugar), así que tomó la decisión más valiente de su vida y por la cual pasaría a los anales de la historia (bueno, a un píe de página por lo menos).
Les indicó cómo llegar al pueblo, mandándolos en la dirección contraria por un camino que pronto se convertía en vereda para acabar, finalmente, desapareciendo en algún punto de la sierra Poblana.
(ahora díganme que la tita no parecería inspirada en esta anécdota)
No hay registro de qué haya pasado con el batallón, probablemente anduvieron perdidos algunos días hasta que, decepcionados por no probar sangre, se regresaron a la capital poblana y a la ciudad de México finalmente, para seguir peleando contra los independentistas.
Don Juan , por su parte, una vez que perdió de vista a los soldados, se dio la media vuelta y regresó velozmente a Tepeaca a contarle a los notables lo que acaba de pasar… Al día de hoy, en la plaza central del pueblo, aún puede verse una estatuta de Don Juán (erigida en el centenario de la Independencia), vestido con uniforme del Ejército Trigarante (armada bajo el mando de Agustín de Iturbide que consumó la Independencia y al que, probablemente, Don Juan nunca perteneció*) y dedicada «Al Libertador de Tepeaca».
Si les preguntas a las autoridades y pobladores de Tepeaca, casi nadie sabría decir cuáles fueron las acciones de tan heroico personaje, aunque todos conocen su nombre, yo me enteré de su historia por una visita al poblado en donde me encontré con la estatua mencionada y, ante mi desconocimiento de la figura, preguntando descubrí que todo el pueblo lo admiraba, pero nadie parecía conocer su historia (o, si la conocían, les daba un poco de vergüenza contarla -lo cual me resulta inexplicable-).
Intrigado, cuando tuve oportunidad, investigué un poco sobre éste y sólo descubrí su nombre en un píe de página en los anales de Puebla, resgistrándolo únicamente como «Libertador de Tepepaca en los sucesos del cruce tal», sin dar más detalles… Don Juan se volvió una especie de Hobby para mi y en ratos libres, durante los siguientes meses, me dediqué a buscar cualquier otra información sobre él, pero siempre eran notas marginales en libros de historia local de Puebla y siempre era, únicamente, el «libetador de Tepeaca en los sucesos del cruce tal», hasta que, finalmente, di con una tesis de la Licenciatura en Historia de la Benemérita Universidad de Puebla, elaborada por un joven originario de Tepeaca, quien se dio a la tarea de buscar al libertador de su pueblo en los archivos coloniales de Puebla de los Ángeles y pudo reconstruir la historia que he contado.
Todo ello viene a cuento para darnos cuenta que, al igual que en la tira, en determinados contextos, incluso dar mal una dirección es una acto que puede cambiar la historia.
*Es difícil saberlo, después del registro de estos hechos en los archivos del poblado, no hay ningún documento que diga qué fue de Don Juan, por no saber, no sabemos ni cuándo, cómo y dónde murió.
«Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Hacia el errante buen sentido, del que ignora donde va».
Y como apunte dejo este otro Don Juan, aunque Dones Juanes hay tantos, que ya no se puede casi discernir cual es cual. Este, el de Balzac: https://www.divisionleap.com/pictures/medium/24718.jpg